#Especial: Historias que dieron miedo en Bioética
#Especial: Historias que dieron miedo en Bioética.
Historia 1:
Otra inyección más en Tuskegge
Autora:
Andrea Alejandra González Muñoz
Integrante GEBIMED
Era una mañana como cualquier otra en Alabama
del año de 1936, quien diría que ese jueves 5 de noviembre seria mi último día,
el ultimo día de ver de lejos a mi esposa e hijos.
Desde hacia 4 años, los médicos del hospital
Tuskegee me habían mencionado que tenía “la mala sangre”, deposite mi confianza
y esperanza en esos doctores, desde ese día diario me inyectaban, juraban que
era la cura para este mal que me atosigaba, pero en lugar de mejorar solo
empeoraba día a día.
Si tan solo Dios me hubiese dado otro color de
piel, hubiera podido ir a otro hospital, de haber nacido blanco tal vez me
hubieran ayudado.
¿Dime Dios que hice mal para ser castigado de esta manera?, ¿Fui tu peor siervo ¿Acaso confíe en las personas equivocadas?.
Y mañana serán tres inyecciones más- me dice la enfermera.
¿Otra inyección más?. No importa las veces que me lo hayan repetido, cada que escucho esa frase me
sigo sorprendiendo.
Y con esa última pregunta que taladra mi
cabeza, la sorpresa se disuelve y se vuelve terror al pensar en mi esposa y también en mi pequeño hijo;
en el hecho de que mañana, son ellos quienes iniciarán este tratamiento.
Nota: El experimento
Tuskegee fue un estudio clínico llevado a cabo entre 1932 y 1972 en la ciudad
estadounidense de Tuskegee (Alabama), por el Servicio de Salud Pública de
Estados Unidos.
En el cual partiparon
entre 600 y 800 personas afroestadounidenses que fueron estudiadas para
observar la progresión natural de la sífilis, es decir simplemente observar la
enfermedad y sus consecuencias y si se podía llegar hasta la muerte, todo esto
sin consentimiento informado de los
participantes y pese a que ya existía tratamiento. El experimento
Tuskegee, es citado como «posiblemente
la más infame investigación biomédica de la Historia de Estados Unidos».
Perdónenme
Autora:
Vivian Paulina Domínguez Martínez
Integrante GEBIMED
La autopsia ha
terminado. Me acerco al cuerpo inerte y desnudo de una bella joven de 26 años.
Con las manos
enguantadas tomo sus frías manos, tan frías como esa inusual noche de mayo.
Sus brazos están
rígidos cuales troncos de quebracho. La cintilla de “no nombre” circunda
su pie y una línea de plata recorre su cuello.
De pronto, me aprieta
fuertemente el brazo y yo me paralizo. Un terror se apodera de mí y un temblor,
del que nunca en mi vida he sido presa, me cunde hasta los huesos.
—Diles
que me perdonen—dice una dulce voz que proviene de su faz violácea y rompiendo
la lógica de la deshidratación, sus ojos se llenan de lágrimas y sus cejas
enmarcan una mirada llena de sufrimiento. Mi miedo se disuelve y se torna en
melancolía.
—¿Por
qué lo hiciste? - pregunto.
—No lo sé. No sé si fue mi culpa o fueron ellos que me hicieron sentir incapaz de vivir. Sí, ellos. Tal vez fueron ellos por no ceder a la prudencia y persistir en la insensatez de que el miedo voraz se vuelva una prueba para ser o no merecedores de cumplir nuestras metas y sueños—responde— Ya de nada sirve buscar culpables.
Siento
pena y bajo la mirada, en el suelo veo su ropa y las pertenencias encontradas:
una bata blanca con un bordado rojo, en el bolsillo una carta de amor dirigida
a sus padres que inicia con un: “perdónenme”. Asiento con la cabeza, me
suelta y se relaja, yo no puedo contener las lágrimas.
-Descansa
en paz.
Suelto
su mano y busco rápidamente en el móvil, me aparecen las noticias del día y el titular
en primera plana: “Joven residente a se suicida tras sufrir acoso laboral”.
Empuño mis manos con fuerza y lloro amargamente, abrazo el helado cuerpo. En
sus ojos opacos me veo y también veo el recuerdo de mis sueños e ilusiones—. ¡Perdónalos
tú a ellos!¡Perdóname tu a mí! No supe alzar la voz y gritar que las palabras
matan, que las palabras equivocadas destruyen sueños. Perdónanos. Perdón.
Nota: El 25 de mayo de 2018 los periódicos locales del estado de Puebla y medios nacionales cubrieron la noticia del suicidio de un médico residente en Pediatría, hasta la fecha el comunicado que dio la fiscalía no pudo vincular la causa de defunción a las especulaciones que realizó la prensa sobre el supuesto acoso laboral. Sin embargo, lo que sí es una realidad es que las largas jornadas laborales en la residencia médica y el estrés que en ésta se generan, son un factor de riesgo para síndrome de bornout, ansiedad y/ o depresión, se han realizado esfuerzos de mejora en la calidad de vida de los estudiantes y residentes en medicina.
A las palabras se las
lleva el viento, a la culpa no.
Autores:
Vivian Paulina Domínguez Martínez
Joel Andrés Mancillas Silva
Integrantes GEBIMED
—Doctor Pérez ¿Se
declara culpable de haber cometido con toda la intención tan terrible crimen?
—acusa el abogado— ¿Negará que usted causó la muerte del paciente?
—Si
el riesgo inherente a la práctica de un procedimiento médico es motivo de
crimen, me declaro culpable —responde el hombre de la bata blanca— pero aclaro
que en ningún momento fue mi intención.
—¿Conoce
esto, Doctor Pérez? —Señala una carpeta amarilla que contiene un conjunto de
papeles— ¿Registró aquí los riesgos y probables beneficios de la cirugía que
produjo la muerte? ¿Obtuvo la firma de los padres?
—No.
No. Y de nuevo no.
—¿Registró
las consecuencias que pudieran existir?
—No
su señoría, todos los acontecimientos son claros en mi memoria y no consideré
plasmarlo en papel, por querer atender lo que consideré una urgencia.
—¿Osa
confiar más en su memoria que en un documento que en estos momentos adquiere
valor probatorio? ¡Esa ligereza puede costar su libertad!
El doctor se pone en pie, y con un
semblante de tristeza dice:
—He nacido
para ayudar, hoy dicen que maté a propósito a uno de mis pacientes, que lo maté
con dolo. Me acuerdo muy bien de él, todos los días le pienso, me dolió en el
alma. Dicen que me iré al infierno, pero eso no es cierto, cuando me duermo
sigo viendo su rostro y escucho los gritos de dolor de su familia, apenas
cierro los ojos y vuelvo a revivir la misma escena y cuando despierto la pesadilla
sigue aquí. Venir ante el juzgado y tener que repetir y repetir los hechos. ¡Este es mi infierno!
El silencio invade
el lugar. Después de meditarlo unos segundos y cautivado por la elocuencia de
sus palabras, el juez dictamina:
—Doctor,
su discurso parece confiable, sin embargo, no hay ningún escrito que lo pruebe.
No hay nada nota médica que describa lo sucedido. Aún así, lo declaro inocente,
usted no estará tras las rejas.
¿Qué será ese
manojo de hojas que tiene tanto poder para liberar a un hombre? pienso.
-Sin embargo-retoma el juez- por
el daño psicológico descrito lo considero no competente para ejercer la
profesión, se le retirará la cédula profesional, ya que al parecer, la culpa lo
ha inhabilitado, la culpa terminó convirtiéndose en su propia cárcel.
Nota: Desde hace casi 10 años a la fecha, la Comisión
Nacional de Arbitraje Médico, ha reportado un incremento de demandas de hasta
un 500% comparada con años anteriores, las especialidades médicas involucradas
más frecuentemente fueron los Servicios de Urgencias, Cirugía General y
Ginecología y Obstetricia. Y si bien varias de ellas cayeron en un medio
judicial, la realidad es que bien pudieron solucionarse a través de un medio alterno
como lo es través de un mediador o conciliador; pero más bien los textos
coinciden en que es necesario retomar y mejorar la relación médico-paciente,
evitar la medicina defensiva y mejorar la comunicación con el paciente y su
familia en pro de una medicina asertiva con fundamento en la lex artis ad hoc y
la evidencia científica.
Sin voz en vida.
Autora:
Priscila Gutiérrez Cuellar
Integrante GEBIMED
Después de unos de los
meses más desgastantes de mi vida por fin había llegado el día del
procedimiento.
Estaba agotada de
tanto sufrimiento, tal vez aún había camino por recorrer, pero no me sentía con
la fuerza suficiente para hacerlo. Tenía dudas, tenía miedo. Si me rindo ¿Quién
cuidará a mis hijos? Pero si me quedo y
esto se pone peor ¿Será justo ser una carga para ellos? Mientras tanto, decidí
que lo mejor sería que si algo llegaba a salir mal no me aplicaran medias de
reanimación.
Entré al quirófano,
sentía mucho frío.
-
Por favor señora, cuente del 10 al 0 – me dijo el anestesiólogo
con voz serena.
- Diez, nueve, ocho, siete…
Escuché que entró el
doctor a mi habitación - ¿Cómo salió todo? – le pregunté, pero no hubo
respuesta.
El doctor se dirigió hacia
mi familia. -El tumor había crecido y tratamos de resecar, pero se complicó la
cirugía, cayeron los signos vitales y fue difícil que se restableciera, amerita
ventilación mecánica, será dependiente de este respirador. Además, no sabemos
qué se haya afectado de la función cerebral- dijo el doctor. Mi familia rompió
en llanto.
Los quiero abrazar. Quiero
gritarles que me dejen ir, la voz no me sale. Ni si quiera puedo parpadear.
-Haga todo lo posible
por la vida de mamá- grita desesperada mi hija menor.
-Ya lo hemos hecho
todo- dice el doctor.
¡Esto no es vida!, grito
para mis adentros, porque, aunque quisiera, ya no hay más voz.
Nota: Ser o dejar de ser,
ese es el dilema de muchos enfermos.
El derecho a la
muerte digna, expresamente querida por quien padece sufrimientos atroces y el
derecho de disponer sobre su propia vida, son parte de los argumentos que se
expresan a favor de la eutanasia; sin embargo, en México está prohibida la eutanasia y el suicidio
asistido. El artículo 166 Bis 21 de la Ley General de Salud establece que
“Queda prohibida la práctica de la eutanasia, entendida como homicidio por piedad, así como el suicidio
asistido conforme lo señala el Código Penal Federal.
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